Pela y corta la cebolla por la mitad; córtala en rodajas finas para obtener tiras para caramelizar.
Para caramelizar las cebollas, derrite la mantequilla, aceite o ghee en una sartén a fuego medio-alto. Añade la cebolla, separando las tiras finas con una espátula y dorándolas. A medida que se peguen a la sartén, añádales un poco de agua para despegarlas y sigue dorándolas hasta que se oscurezcan y se pongan más dulces. Repite el proceso varias veces hasta llegar al color y dulzor que quieras.
Mientras tanto, asa los pimientos rojos y quítales la piel y las semillas.
Retira las cebollas caramelizadas de la sartén y añádelas al puré de calabaza. A mí me gusta caramelizar un poco la calabaza en la sartén para darles más sabor. (No tanto tiempo como las cebollas, claro.)
Agrega el pimiento rojo asado y la mitad de las cebollas caramelizadas, junto con un poco de agua o caldo (yo usé unas 2 tazas de agua para conseguir una sopa espesa, pero le puedes añadir lo suficiente para conseguir la consistencia que prefieras), el comino, la salvia, la sal y la pimienta, y usando una batidora de mano haz un puré con todos los ingredientes. Me encanta el comino, así que le añadí 1/4 cucharadita a mi crema y para mí así era genial. Sin embargo a mi marido no le gusta mucho el comino así que si lo va a comer él utilizo menos. Es todo una cuestión del gusto de cada persona. Ajusta los ingredientes hasta que encuentres la combinación que te guste a ti.
Sirve inmediatamente en tazones y usa el resto de las cebollas caramelizadas como decoración encima de la crema. También puedes decorar la sopa con semillas de calabaza tostadas, jamón serrano, o incluso un poco de yogur griego, como os voy a mostrar a continuación.